Verano, ¿sufrirlo en silencio?

Todavía estoy a la espera de descubrir un catálogo de trajes de baño (bikinis, que con bañador pareces tu madre), en los que aparezca una mujer real. No, no voy a entrar en temas de curvas, este tema daría para un libro entero él solo. Estoy hablando de mujeres normales y de la verdadera tortura a la que nos sometemos para estar perfectas en verano.

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Aquí, el primer puesto en la pole, sin duda, es para la depilación. Si no has pasado por un largo tratamiento de depilación láser, sabrás que los pelos igual que te los quitas vuelven a salir. Yo soy de maquinilla eléctrica y durante todo el invierno los voy debilitando a base de la tortura que supone arrancarlos de raíz. Cuando llega el verano esto es, sencillamente, imposible. Te empecinas en eliminarlos y, ellos, insolentes, vuelven a aparecer. Entonces viene la disyuntiva: ¿me paso la cuchilla sabiendo que se vengarán y renacerán más duros y fuertes o espero a que crezcan para arrancarlos de raíz (ya sea con cera o con eléctrica) y mientras tanto voy con ellos asomando? No le des más vueltas, decidas lo que decidas, nunca aciertas. Y sí, soy una mujer bastante feminista y liberada, pero no lo suficiente como para salir luciendo mata, bravo por las que sí lo han superado.

Una vez toreado el paso cero y con la piel castigada por la opción que hayamos elegido nos metemos en el número dos del ranking, tenemos que estar morenas. Imaginad esa playa llena de chicas perfectas y morenas, de repente, en la arena, veis una zona donde el sol parece reflejar más. Esa soy yo. A mi el sol me repele por completo. Es más, yo tampoco le adoro demasiado. Las lagartijas se ponen al sol porque son animales de «sangre fría», no tienen los mismos mecanismos que nosotros para tolerar cambios de temperatura exterior. Yo no soy una lagartija. A mí el sol me da por sudar y me pone la cara roja, con aspecto de fatigada. Vamos, que si me pongo media hora al sol, además de batir mi propio récord, habré conseguido parecerme mucho más a un albañil a las doce de mediodía en agosto que a la chica del catálogo. En la playa busco la sombrilla y en la piscina la sombra de un árbol. No soy de estar esperando sin decir ni hacer nada y cara al sol no se puede leer. ¿Para qué tumbarse sin hacer nada si no puedes leer? El moreno es una moda, dudo que pase, pero yo paso de ella. 

 

Y, para terminar, el tercer puesto, y no por ellos menos importante, el pelo. Ellas están ahí con sus bucles perfectos o un alisado de envidia. Yo, en un día normal, antes de salir de casa, tengo que pasar por el castigo de la plancha. Mi pelo no es que sea rebelde, es directamente un insurgente. Nada que envidiar a los cardados ochenteros. Mientras la humedad no sea del 99% y la tecnología me lo permita, pareceré una persona normal. Pero esto, en el verano mediterráneo cerca del agua, es imposible. Tras un baño, mi mata leonina, empieza a tomar vida propia y se va adueñando de mi cara. La plancha la descartamos completamente en la playa, y aplicarme espuma después de un baño de salitre no lo veo. Así que ahí estoy, con mi neceser, colocándome turbantes y ganchos hasta la hora de ir recogiendo para ir a casa, con lo que mi look al final de jornada se puede declarar como catástrofe completa.

A pesar de todo esto he aprendido a disfrutar del verano. He aprendido a que me resbale no parecerme en nada a las chicas del catálogo. Si un helado hace que me crezcan las curvas, bienvenido sea. Si para poder leer tranquila tengo que lucir un blanco enfermizo, lo luciré con orgullo y, si para poder refrescarme metiendo la cabeza debajo del agua (porque un baño no es baño si no te sumerges), daré libertad a mi melena. Porque yo, perfecta no soy, pero feliz mucho.

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20 pensamientos en “Verano, ¿sufrirlo en silencio?

  1. A mi me encanta la playa pero reluzco!!! Y da igual las horas que meta, morena no estoy nunca!!!
    Que hablar de los pelos… Sales de casa y parece que no hay… Pero ay amiga con la luz del sol en la playa parece que se multiplican….

  2. Jajjaja, qué razón tienes con eso de los pelos, los de las piernas y los de la cabeza. Yo he decidido que no me importa salir con las piernas peludas… Siempre y cuando no se note mucho… (mentira cochina), ya estoy depilada, y trato de repasar para que no se vean a la legua. Y la cabeza… Coleta y punto. O trenza, y parece que está despeinado a la moda…
    Lo del moreno… Es un capítulo aparte en mi vida, vivir en una isla, y estar blanca paliducha no es de recibo…

  3. Yo también estoy más blanca que la leche, jaja!! No se que me pasa pero nunca cojo colorcillo, y mira que lo intento pero nada! Que el vamos a hacer. Y respecto a los pelos…. mejor no hablamos porque por mucho que me depile siempre estan ahí, listos para dejarse ver en el peor momento posible, jajajaja!!

  4. Jajajaja, me he reído mucho con tu entrada.
    Yo tambien sufro del ataque pelos…jajajaj.
    Hay que aceptarse tal como «semos» y tan felices todos!!! nosotros, el mundo…bueno…menos los psicologos que esos están esperando vernos palidecer por los rincones por motivos tan absurdos como estos.

  5. jajajajja A ver qué va a pasar con los psicólogos, que no todos nos aprovechamos… jajaja
    Por cierto, ¡tienes un premio en mi blog!

  6. Cómo te entiendo!
    Mi moreno brilla y brillará por su ausencia siempre, soy incapaz.
    Pero lo de los pelos… eso ya lo superé, bueno, a medias, empecé el tratamiento de la fotodepilación pero me quedé embarazada asique lo tengo que reanudar, pero aún a medias puedo decir que es el dinero mejor gastado del mundo!!

  7. Olé y olé…. yo soy de las tuyas, mata leonina y blanco nuclear… siempre lo digo, yo soy blanca como las princesas jajajaja. En cuanto al traje de baño es otro cantar, los odio todos, sin excepcion…. si algún dia recupero el tiempo que he perdido en alguna parte durante los últimos tres años creo que reuniré fuerzas para apuntarme a zumba y asi ganar en destreza y habilidad para seguir corriendo ;P

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